LA ORGANIZACIÓN COMO SISTEMA

Tuesday, March 13, 2007

LAS MALAS COSTUMBRES


LAS MALAS COSTUMBRES

Esos vientos huracanados se llevaron entre otras cosas, junto a nuestras libertades económicas, civiles y políticas, los buenos modales, la cortesía, la amabilidad, los buenos días, las muchas gracias. Los por favor, los pase usted se convirtieron en rezagos del pasado que había que borrar.


Expresarse correctamente, dar el asiento en un transporte público a una mujer, a un niño, a un anciano, emocionarse ante una obra de arte, llorar a un muerto, se transformó en signo de debilidad. Nos convertimos en rudos. Se satanizó todo lo burgués. Convertidos los burgueses en viva estampa de la degradación y la vileza, se satanizó todo lo que ellos representaban, incluidas las buenas costumbres. La radio, la televisión, el teatro y mucha literatura se dedicaron a enaltecer los "valores morales proletarios" y a demeritar con saña "lo viejo", los "rezagos del pasado explotador". La caballerosidad era debilidad, la finura se convirtió en motivo de burla.


Hoy nos quejamos de la falta de urbanidad que aqueja a la sociedad, en la calle impera el sálvese quien pueda, en las colas la ley del más fuerte. Las ciudades se han convertido en selvas donde ancianos, mujeres y niños luchan en tremenda desventaja. Nadie da el asiento en una guagua a una embarazada, es normal recurrir a la violencia para ocupar un puesto en una cola o para tratar de subir a una guagua.


Nos hemos acostumbrado a ser pasivos, conformistas, aletargados, aturdidos por la altura o por los bajos niveles de vida, además de envidiosos y criticones. Malas costumbres Nos hemos acostumbrado a ver a nuestros campesinos y pobladores del área rural que sean unos pedigüeños. Nos hemos malacostumbrado a no ser generosos con nuestra raza y los discriminamos, los rechazamos a que estén en puestos claves y aplaudimos a quienes no sirven bien a nuestro departamento ni sienten arraigo por nuestra tierra y tampoco se identifican con nuestros problemas. Nos hemos acostumbrado a ver y tolerar que los más vivos se aprovechen de los humildes a vista y paciencia de nosotros mismos. Nos hemos acostumbrado a echarles la culpa a los otros. Cuando en realidad somos los únicos y verdaderos culpables. Nos hemos acostumbrado por ejemplo de entregar en nuestro voto electoral el poder casi omnímodo y suficiente a otros, para que manejen nuestros destinos. Sin tener el cuidado de retener para nosotros mismos un poco de poder para quitarles nuestra confianza porque no la merecieron y casi siempre nos defraudaron. Esta mala costumbre nuestra de quejarnos de lo que nos pasa, echándoles la culpa a los otros es parte de nuestra idiosincrasia. Casi estamos degenerando nuestra sociedad y nuestras festividades con folklore, fe y esparcimiento lo usamos como anestésicos locales para olvidar nuestros problemas que nos disgregan en las carestías de siempre y cuando el efecto soporífero se nos pasa es demasiado tarde, agregamos más miseria a nuestra miseria tanto espiritual como material. No hay nada que hacer. Estamos enfermos. No gozamos de buena salud psicológica. Odiamos a nuestros pueblos y ciudades. Nos odiamos a nosotros mismos. Nos degradamos fácilmente con un poco de alcohol. No tenemos un soporte mental y emocional. Carecemos de métodos de vida social y racional. Porque una vez que nuestras malas costumbres se organizan en nuestras mentes y en las de las jóvenes generaciones la defendemos a muerte, no importa cuál sea el contenido. Nos autoengañamos haciendo que la realidad se adecue a nuestros pensamientos por irracionales que sean. Decimos "así son nuestras costumbres, que vamos hacer pues ".

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